lunes, 8 de noviembre de 2010
Alta Montaña
Estas son algunas de los viajes a la cordillera Blanca, Perú.
La alta montaña exige mucho de aquello que menos tenía cuando fui a parar ahí: paciencia.
Aceptar lo que no se puede cambiar: el jadeo, las distancias enormes a paso lento, el glaciar vivo e indiferente a nosotros.
Pero lo que se ve desde ahí arriba, para afuera y para adentro, pertenece a un universo distinto, dentro del nuestro. Un mundo helado, de poco O2, donde tu cabecita funciona diferente y los pensamientos son un eco más que una voz.
Y ni que hablar de la cultura Peruana. Otro UNIVERSO...la gente no se complica. Vive como antaño y difruta cada minuto con esa conciencia, que pocos tienen, de que estamos de paso en la vida.
- Buenos días papito, falta mucho para el base del Chinchey?-
- noooo mamichita..."Ahicito nomás"-.
7 horas más tarde llegamos.
-Gringa, gringuita linda! regalame...-
Todos los días, caminando por ahí, escuché eso de algún changuito que quiere caramelos.
Que abundancia tiene esa gente, que no tiene nada.
Que sabios son todos ellos, que no saben casi leer.
Y puta que saben divertirse! Si escuchas un tres tiros y ves de donde lo tiraron, arrancá nomás que hay fiesta ahí y todo el mundo es bienvenido.
-mamita, un ceviche con chocho y dos chelas por fa-.
-le doy canchita?-
-claro, pe!-
Cuando hay un casamiento, todo el pueblo asiste a la pareja en la elaboración de los ladrillos de barro que apilados formarán la casita. Y después Huanitos y mucho Ron!. La felicidad es compartida.
Huarás, pueblo original de guerreros .....te extraño!
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